Se afirma que el uso de filtros y lentes de colores puede aliviar las distorsiones visuales para las personas con dislexia. Estas superposiciones son simples piezas translúcidas de plástico que añaden color al texto. Pero creo que no deben recomendarse como tratamiento o forma de apoyo para personas con dislexia porque hay una falta de evidencia científica convincente que respalde su efectividad.
Lo que me preocupa como especialista en investigación en dislexia, además de ser disléxico, es la proliferación y abundancia de anuncios y testimonios que proclaman la efectividad del tratamiento en línea, incluidos sitios web y revistas que son producidos por organizaciones benéficas centradas en la dislexia reconocidas a nivel nacional.
De hecho, una encuesta de 2014 publicada en el British Medical Journal encontró que seis de cada ocho organizaciones de dislexia del Reino Unido promocionaban dichos productos en sus sitios web de manera acrítica y desequilibrada.
Creo que promover el uso de estos filtros de colores da falsas esperanzas a las personas con dislexia. Los que trabajan en este campo deberían, en cambio, centrarse en la entrega y promoción de intervenciones basadas en la evidencia, como la enseñanza sistemática de combinaciones de letra a sonido (fonética), o el suministro de soportes tecnológicos como software de texto a voz.
¿Qué es la dislexia?
La dislexia es una afección neurológica que afecta al 7-10% de la población. Es una discapacidad de aprendizaje que tiene un impacto en la capacidad de una persona para aprender a leer y escribir (a pesar de la inteligencia adecuada y las oportunidades educativas).
La investigación ha demostrado que las personas con dislexia a menudo tienen dificultades para procesar y representar los sonidos específicos del lenguaje. Como resultado, una persona con dislexia experimentará dificultades para asociar letras impresas con sonidos relevantes del habla, lo que causará dificultades de lectura.
Estrés visual y superposiciones de colores
El estrés visual (también conocido como síndrome de Irlen o síndrome de Meares‐Irlen) es un trastorno perceptivo propuesto que resulta en movimiento aparente y distorsión del texto, dolores de cabeza y fatiga ocular durante la lectura, lo que en última instancia interfiere con la capacidad de lectura.
Las tasas notificadas de síntomas de estrés visual en la población general oscilan entre el 12 y el 14%. Sin embargo, algunos han informado de tasas tan altas como el 46% y el 76% entre los lectores disléxicos o pobres. Estos hallazgos han llevado a algunos investigadores a teorizar que las deficiencias visuales pueden ser una causa de dislexia.
Los defensores de esta teoría dicen que los anteojos de colores prescritos o las superposiciones de plástico podrían aliviar las distorsiones visuales percibidas. Se cree que la eliminación de este estrés visual mejoraría la lectura y facilitaría el desarrollo de habilidades de lectura a largo plazo y ayudaría a las personas con dislexia. La simplicidad de la intervención ha ayudado a que se integre en la práctica de profesores, psicólogos educativos, optometristas y departamentos de ortopedia del NHS en todo el Reino Unido.
Pero todavía existe desacuerdo entre los investigadores sobre los mecanismos y la teoría detrás de los efectos de los filtros. Y el debate sigue en torno a la cuestión fundamental de qué color se necesita para lograr resultados óptimos.
Mito versus evidencia
A pesar de haber sido activamente investigado en los últimos 40 años, el estrés visual aún no ha sido reconocido por la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría y la Asociación Americana de Optometría.
Catalogado como uno de los» neuromitos » de la educación en un artículo reciente de Nature Reviews, la capacidad de las superposiciones de colores para apoyar la lectura de individuos con dislexia ha sido ampliamente cuestionada dentro de la investigación publicada. El cuerpo de investigación actual no ha logrado producir evidencia de alta calidad que demuestre una mejora en la lectura cuando se aplica una superposición de colores.
Por ejemplo, en un diseño riguroso de doble máscara (en el que ni el sujeto ni el experimentador conocían el verdadero diagnóstico y el color prescrito), investigadores de la Universidad de Edimburgo informaron que las superposiciones de color Irlen no tenían un efecto inmediato en la capacidad de lectura.
La mayoría de las investigaciones sobre este tema han encontrado poca evidencia de efectos medibles en la precisión o comprensión de la lectura. Por ejemplo, la Academia Americana de Pediatría encontró poca o ninguna evidencia que apoyara el vínculo con el estrés visual al explicar las dificultades de lectura de las personas con dislexia.
Y revisiones sistemáticas recientes destacaron que cualquier ganancia positiva en la lectura puede ser el resultado de una mayor motivación o efectos placebo. Estos efectos surgen cuando una persona con dislexia cree que el filtro de color mejorará su lectura, lo que provocará algunos cambios en la lectura a través de un aumento de la atención, el esfuerzo y la motivación (al menos a corto plazo).
Entonces, ¿por qué las distorsiones visuales?
Sin embargo, la pregunta sigue siendo por qué tantos con dislexia reportan la percepción de algún tipo de distorsión visual mientras leen. La respuesta a esto puede surgir como consecuencia de su discapacidad, no de la causa. Los estudios han demostrado que las distorsiones visuales percibidas pueden ser el resultado de un menor compromiso o atención durante la lectura, una consecuencia de sus dificultades para procesar el texto en la página.
Si bien el uso de esta intervención no soportada puede no representar un daño inminente, el uso de lentes y filtros de color puede privar a las personas afectadas por dislexia de intervenciones efectivas, como la instrucción fonética dirigida, así como perder tiempo y recursos valiosos asociados con la obtención de una receta para lentes u hojas de color.
Lo más preocupante es que estas hojas de colores simples pueden proporcionar falsas esperanzas a un lector que lucha y dar lugar a sentimientos de desaliento cuando esta intervención no logra entregar los resultados prometidos.
En este mar de desinformación, es importante que los profesionales con necesidades especiales, los maestros y los padres se conviertan en consumidores informados. Solo entonces nos aseguraremos de que los lectores con dificultades reciban intervenciones efectivas basadas en la evidencia que no solo mejoren la lectura y el aprendizaje de las personas con dislexia, sino también su calidad de vida.
Jeremy Law es profesor de educación en la Universidad de Glasgow. Este artículo se vuelve a publicar de La Conversación bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original