Cómo abrazar la complejidad puede reducir las disparidades de salud y promover la justicia social

Las disparidades de salud a lo largo de líneas raciales y socioeconómicas son un desafío persistente para los legisladores e investigadores que buscan mejorar los resultados de salud. La pandemia de COVID-19 ha puesto de relieve y, al menos, exacerbado temporalmente estos patrones: una estimación indica que, a pesar de abarcar solo el 13% de la población de los Estados Unidos, las personas negras no hispanas representaron el 34% de las muertes relacionadas con la COVID. Las causas que impulsan estos resultados sumamente diferentes son numerosas, a menudo generacionales en escala de tiempo, a veces interrelacionadas y geográficamente dependientes, todo lo cual dificulta la investigación y las respuestas normativas eficaces.

Ross A. Hammond

Director-Centro de Dinámica Social y Política

Un nuevo libro de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés) busca proporcionar a los legisladores e investigadores herramientas para cerrar la brecha con enfoques audaces y novedosos. Uno de esos enfoques es un marco de investigación interdisciplinario que avanza rápidamente y que se conoce ampliamente como ciencia de sistemas complejos. Este marco está equipado de manera única para lidiar con la complejidad inherente de las disparidades de salud y, como ha demostrado nuestro trabajo anterior, otras áreas de investigación de políticas relacionadas con el progreso hacia la justicia social.

Dejar atrás el aislamiento de factores individuales

El objetivo final de la investigación de disparidades en la salud debe ser descubrir los factores clave y elaborar políticas y prácticas que puedan abordarlos de manera efectiva y sostenible. Hasta hace poco, el desafío para alcanzar este objetivo se debía a la dependencia de métodos centrados en aislar y cuantificar por separado la contribución de los factores individuales.

El impacto de estos análisis es limitado de dos maneras. En primer lugar, los datos necesarios para estimar de manera convincente los efectos de los factores individuales son difíciles de encontrar o recopilar (especialmente en poblaciones pequeñas). En segundo lugar, y de manera más fundamental, incluso cuando los esfuerzos para cuantificar la contribución de los impulsores individuales de las disparidades de salud tienen éxito, su capacidad para contribuir a soluciones significativas y sostenibles es limitada porque las disparidades de salud son causadas por factores múltiples y superpuestos que a menudo operan en grandes escalas de tiempo (es decir, entre generaciones) y difieren sustancialmente entre individuos y entornos. Adoptar una perspectiva amplia que reconozca y lidie explícitamente con esta complejidad es la mejor manera de lograr un cambio positivo.

Adoptar la complejidad en las disparidades de salud

La ciencia de sistemas complejos proporciona un camino a seguir para abordar la investigación, las políticas y la práctica de las disparidades de salud. Los investigadores y los encargados de formular políticas pueden utilizar enfoques de sistemas complejos para explorar mecanismos que interactúan y responder a nuevos tipos de preguntas sobre por qué se producen los niveles observados de disparidades en la salud, qué vías de efecto o puntos de influencia podrían importar más, por qué las políticas e intervenciones pasadas o existentes han observado efectos en un contexto determinado, y cómo las políticas o intervenciones propuestas novedosas podrían afectar a diferentes comunidades (incluidos efectos heterogéneos y consecuencias negativas no deseadas). En resumen, podemos abordar preguntas sobre qué funciona, para quién y por qué.

Por ejemplo, nuestra investigación ha demostrado que los patrones de actividad física observados son generados por una combinación de factores individuales, sociales y ambientales. Los comportamientos de ejercicio de las personas están inextricablemente entrelazados: es más probable que participen en estas actividades cuando otros también lo hacen debido a oportunidades adicionales (por ejemplo, la presencia de juegos de pelota casuales o grupos para correr), la influencia social (por ejemplo, siguiendo el ejemplo de amigos y familiares) y los efectos colectivos en el entorno construido (por ejemplo, la demanda de carriles para bicicletas seguros en una comunidad). Las estrategias que incorporan explícitamente esta percepción pueden ser mucho más efectivas que las que se concentran únicamente en factores a nivel individual, como la información y la motivación.

Para lograr esta perspectiva de gran angular, la ciencia de sistemas complejos incorpora una variedad de herramientas y técnicas de investigación emergentes, que incluyen metodología cualitativa y cuantitativa (y combinaciones sinérgicas de ambas). En nuestro capítulo de la publicación de los NIH, ofrecemos una visión general de cuándo y cómo usar estos enfoques, destacando temas como la importancia de seleccionar métodos que sean apropiados para objetivos de investigación específicos, el papel de la teoría y los datos, la creación de un equipo de investigación efectivo y la comunicación de los hallazgos a los responsables políticos y otras partes interesadas.

Más allá de la salud, hacia la justicia social

Más allá de proporcionar un punto de entrada para investigadores y formuladores de políticas que no están familiarizados con la ciencia de sistemas complejos, este trabajo contribuye a una conversación más amplia que está ocurriendo entre economistas y otros científicos sociales en torno a la metodología de investigación que promueve la justicia social. Los trastornos económicos y sociales causados por la pandemia de COVID-19, junto con incidentes de alto perfil de violencia policial infligida a personas negras, han dejado claramente en claro que hay necesidad y apetito de reforma sistémica. En la mejor tradición de la ciencia, muchos economistas se han comprometido a encontrar formas de ayudar con este esfuerzo. Junto con los encomiables esfuerzos por estudiar el impacto potencial de los cambios a gran escala en las políticas y la práctica, el campo también está comenzando a revisar convenciones de larga data sobre teorías, supuestos y métodos que pueden afectar nuestra capacidad de comprender y abordar las estructuras que perpetúan las desigualdades.

En los últimos años, hemos demostrado el papel prometedor que la ciencia de sistemas complejos puede desempeñar en el avance de este objetivo. Por ejemplo, hemos podido comparar cómo los diferentes enfoques de políticas para el control de la venta al por menor de tabaco podrían afectar las disparidades en el consumo de tabaco entre diferentes grupos raciales y socioeconómicos en todos los entornos. Hemos considerado los posibles efectos de los diferentes programas de subsidio de matrícula universitaria (a veces llamados «universidad gratuita») en el acceso equitativo a la educación superior. Hemos proporcionado orientación de salud pública de respuesta rápida para responder de manera efectiva y equitativa a la pandemia de COVID-19. En el próximo trabajo sobre la exposición a la transmisión del VIH, argumentamos que trabajar en todas las áreas de políticas, específicamente, combinar la reforma judicial con las intervenciones de salud pública, es una forma prometedora de reducir las disparidades generalizadas. Y, por último, exploramos formas en que la ciencia de sistemas complejos se puede aplicar de manera productiva para abordar problemas a gran escala y profundamente arraigados que afectan a miles de millones de personas en todo el mundo al considerar la intersección dinámica entre la obesidad, la desnutrición y el cambio climático.

El camino a seguir para los investigadores y los encargados de formular políticas que buscan reducir las disparidades en materia de salud y, en última instancia, avanzar hacia una sociedad más justa se ha visto históricamente confundido por la complejidad. Las perspectivas y herramientas derivadas de la ciencia de sistemas complejos pueden revelar nuevas vías para el progreso sustantivo.

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